
Larreta vs. Macri: una pelea real, pero inoportuna
Hay momentos en los que lo esperable se convierte en un problema. Acaba de suceder con la decisión de Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri de abrir una disputa por la jefatura de la oposici...
Hay momentos en los que lo esperable se convierte en un problema. Acaba de suceder con la decisión de Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri de abrir una disputa por la jefatura de la oposición. Es natural que ocurra, pero resulta inadecuado en un contexto perturbador.
Aun para un partido como Pro, construido como plataforma personal de ingreso a la política de Macri, tenía que llegar la pelea por la jefatura y el hipotético recambio.
Larreta prefiere ser visto como un dirigente dispuesto a ampliar sus relaciones con el resto del universo político
¿Qué es entonces lo que llama la atención y molesta? Dos cuestiones: en primer lugar, la distancia que los rivales en pugna toman de la cruel realidad que padece la sociedad para ocuparse de ellos mismos y de sus propios intereses. Luego, el temor extendido entre los votantes de Juntos por el Cambio de que el enfrentamiento no se agote en una pelea entre dos, sino que termine desbaratando la alianza opositora hasta arruinar la posibilidad concreta de ganar las elecciones y regresar al poder.
Larreta eligió el momento de romper con su jefe, en tanto es él quien aspira a destronarlo. Aunque siempre estuvo convencido de que Macri no buscaría volver a la Casa Rosada, esperó hasta que el expresidente hiciese pública hace dos semanas su decisión de no competir, pero sin resignar su liderazgo. Está ahora por verse si el duelo termina en este primer sablazo o si apenas acaba de empezar una larga confrontación con desenlace incierto y una onda expansiva que destruya otras relaciones societarias.
Como Macri, Bullrich usa el estilo brusco y tajante de estos tiempos para retener los votos que se están fugando hacia el extremo que ocupa Javier Milei
En una misma jugada, los alineamientos de los rivales quedaron definidos por sí solos. Larreta prefiere ser visto como un dirigente dispuesto a ampliar sus relaciones con el resto del universo político, empezando por habilitar más oportunidades para el radicalismo, hasta ahora socio minoritario en la coalición. Está convencido de que necesitará un consenso mucho más amplio que el respaldo de su partido para gobernar y no descarta tener dentro de su espacio a peronistas que se sumen antes de su hipotética llegada a la presidencia.
Macri caminará detrás de los votantes que tenía y que liberó cuando dijo que no será candidato. La mayoría de ellos se sienten más atraídos por la beligerancia de Patricia Bullrich que por las artes de negociador con las que se autopercibe Larreta. Después de la desobediencia del jefe de gobierno porteño quedó decididamente en favor de la postulación de su ministra de Seguridad.
Como Macri, Bullrich usa el estilo brusco y tajante de estos tiempos para retener los votos que se están fugando hacia el extremo que ocupa Javier Milei. Larreta, en cambio, cree que su triunfo consiste en obtener el apoyo del centro político, donde antes de ahora se definieron varias elecciones presidenciales. No es posible todavía saber quién tiene razón.
Macri reclamó sin éxito el mantenimiento de la ventaja que para Pro significaba conservar el sistema electoral nacional. Es decir, consumar la candidatura de su primo, el migrante de Vicente López Jorge Macri, en una competencia con ventaja sobre Martín Lousteau, en tanto el dirigente radical no tendrá un precandidato presidencial fuerte que lo arrastre en la vieja boleta sábana.
En el fondo, predomina entre los dirigentes de Pro un recurso habitual en la tramposa cultura política que dijeron haber llegado para combatir. Es habitual, pero no por eso menos deplorable, que quien tiene el poder pueda fijar las reglas electorales según su conveniencia.
Macri pidió una ventaja para garantizar que la ciudad siga gobernada por un dirigente de Pro, pero Larreta decidió usar su poder para desairar a su exjefe y reforzar su vínculo con el radicalismo.
Al final, serán los votantes los que acomoden las piezas del rompecabezas, si es que antes uno y otro no han hecho volar el tablero electoral más favorable que haya tenido una fuerza opositora desde 1989, cuando Carlos Menem derrotó a Eduardo Angeloz en medio de un ciclo de hiperinflación.
Un valor diferencial respecto del peronismo fue borrado en el enfrentamiento entre Larreta y Macri. Ya no hay mayores distancias entre las maniobras ventajeras en la ciudad de Buenos Aires con la reposición de la infausta ley de lemas resucitada por los gobernadores peronistas Alberto Rodríguez Saá (San Luis) y Sergio Uñac (San Juan).
Mientras, en Tucumán, dentro de un mes se habilitarán decenas de listas en beneficio de un mismo candidato, al extremo de convertir el cuarto oscuro en un sitio confuso y engañoso. El peronismo republicano del cordobés Juan Schiaretti cuenta con una ley para fijar en forma discrecional la fecha de las elecciones. Lo mismo pasa en la gran mayoría de las otras provincias. Esto incluye la posibilidad de unir o despegar las elecciones municipales según convenga al poder de turno.
Macri y Larreta podrían haber elegido otro motivo para pelearse antes que desnudar que ellos también usan maniobras atribuidas al peronismo. De lo que se trataba, antes que nada, era de establecer si el primero seguirá ostentando la condición de líder o si será desplazado por su antiguo lugarteniente.
El jefe de gobierno eligió confrontar al despuntar la campaña electoral. Macri se prendió en la jugada.
Un país ajeno a los enjuagues políticos mira sin comprender cómo es que quienes le piden el voto no se están ocupando en pensar soluciones concretas para aplicar si llegan al poder.
El país del círculo rojo, según la caracterización que hizo el mismo Macri, sabía que una pelea como la que sacude a Juntos por el Cambio era inevitable, pero habría preferido una mejor oportunidad.
En cualquier caso, el objeto de la disputa hubiese sido el mismo. Si la oposición llega al poder, es natural según los usos y costumbres que el nuevo presidente empiece por reinar en su propia fuerza. Tarde o temprano Macri sería despojado de la jefatura partidaria. Es un ejercicio que no se verificó con Alberto Fernández respecto de Cristina Kirchner, con los resultados ya conocidos.
¿Sería Bullrich más benevolente con Macri que Larreta? Una vez más, como desde el fondo de su historia, la Argentina tropieza con la misma piedra. El irresuelto problema de la sucesión y el relevo de las jefaturas políticas choca con una cultura caudillesca que tanto encandila hasta a quienes dicen combatirla.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/larreta-vs-macri-una-pelea-real-pero-inoportuna-nid14042023/